martes, 9 de febrero de 2016

Novedades del mes. ¿Qué juegos vas a comprar?



El rinoceronte se levantó esa mañana con un dolor de cabeza horrible. Llevaba una semana con problemas en el trabajo que no había manera de resolver. Su jefe había estado dándole la tabarra y eso no ayudaba.
Cuando el sonido del despertador se tornaba un estruendoso alarido que penetraba en sus tímpanos, Robert el rinoceronte deseaba poder hacerlo pedazos contra la inocente losa de su apartamento que iba a recibir el impacto.
Robert se miró al espejo. Nada había cambiado desde ayer. Las mismas ojeras, el mismo semblante abatido y desmejorado que indicaba inequívocamente que su vida no estaba llevando el cauce que él hubiese querido cuando salió de la facultad.


Se tomó su habitual desayuno. Un aguado café hecho desde el Lunes acompañado de unas tostadas que parecían tan abatidas como él. Las mordisqueó mientras miraba una vez más su reflejo, pero esta vez en la superficie del café. Su cara desapareció entre las ondas producidas por el azúcar al mezclarse y se lo tragó torpemente. Nuevamente, un estruendo que debería sobresaltarle, más no lo hizo pues poderosa es la costumbre, hizo retumbar su techo. Los pequeños guepardos del vecino no daban tregua y parecía que llevaban calzado de piedra cada vez que recorrían el aparentemente infinito pasillo.



Previo suspiro, Robert abandonó el piso maleta en mano. Cuando bajaba por las escaleras del cochambroso edificio reparó en la hora que era. Había perdido demasiado tiempo lamentándose y reflexionando y llegar tarde no iba a mejorar su situación en la oficina. Decidió que aunque fuese lo último que hiciese, hoy no llegaría tarde. Quizá era el ínfimo orgullo restante en un hombre derrotado que necesitaba un triunfo por nimio que pareciese.
Se dispuso a correr. Más rápido que en toda su vida.
Sus patas golpeaban el suelo con furia y la polvareda se alzaba cubriéndolo todo. Su corbata se salió de su lugar, la chaqueta se desabrochó. Pero a él no le importaba nada más que cruzar la puerta de su despacho a tiempo.


Entonces me crucé con él. Y esta es la historia de cómo me arrolló un rinoceronte que llegaba tarde a su puesto de trabajo.

1 comentario:

  1. Tu no vas a comprar nada porque ya te pilló el toro(rinoceronte en este caso).

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